Rogelio presumía de tener todas las corbatas perfectamente ordenadas en el armario de casa, por colores y tonalidades. A Marisa no le extrañó, pues intuía lo ordenado que era, de las escasas tres veces que habían quedado. Por eso cuando fue a su casa, le pidió ver su colección de corbatas del armario, segura de que le encontraría alguna mal colocada y podría hacerle rabiar.

-Están en el armario del dormitorio -gritó Rogelio- mientras sacaba unas cervezas de la nevera.

Marisa entro en el cuarto y abrió, no sin dificultad, la pesada puerta de madera del armario.

Se quedó boquiabierta y patidifusa, al punto de que abrió la boca para gritar, pero no salió el más mínimo sonido.

En efecto, las corbatas estaban colgadas, pero también estaban colgados diez esqueletos que portaban cada uno de ellos, una corbata diferente.

Cuando Rogelio iba a darle la cerveza, Marisa salía tropezando de la habitación…

-No corras Marisa, no te vayas…

-¿Tienes el armario lleno de cadáveres? Estás loco …

-No mujer, es que trabajo en el depósito forense y a veces me traigo a casa algunos esqueletos para mi colección y me gusta ponerles una corbata a cada uno. Así quedan ordenadas por colores… No sé chica, yo no lo veo tan raro, hay gente que colecciona dedales o sellos o que se yo.

Pero Marisa ya estaba lo suficientemente lejos para no poder escuchar su explicación.