
Gregorio llegó a la gran librería del centro comercial.
-Buenos días, quería devolver este libro que compré en Navidad. Tengo el ticket de compra.
La dependienta con la mejor sonrisa le contestó que, aunque los libros tenían un máximo de tres meses para devolverse, no habría problema en aceptar la devolución.
Al poner el libro sobre el mostrador, la dependienta observó que estaba doblado, tenía marcas, incluso subrayados en rotulador.
-Disculpe señor, pero este libro esta usado y en ese caso no puede devolverse.
-Pues claro que esta usado y leído y precisamente por eso quiero devolverlo, porque no me ha gustado el final, lo encuentro bastante soso y poco logrado.
La dependienta intentó indicarle a Gregorio que no podría cambiar el libro, pero el hombre no entendía la lógica, así que llamó a su jefe, quién le atendió amablemente, aunque sorprendido por semejante petición de devolución.
-Verá caballero, no podemos cambiarle un libro usado y menos en ese un estado. Son normas de la casa. Lo siento.
Gregorio insistió en su argumento principal.
-A ver, que yo les entiendo, pero entiéndanme ustedes a mí. Me gasto veintitrés euros en un libro que promete, que ustedes destacan en la tienda, que promocionan, pero que luego resulta que tiene un final flojísimo, me siento estafado, por eso quiero que me cambien el libro por otro o en su caso que me devuelvan el dinero.
Finalmente avisaron a la responsable de tienda, que alucinó con la petición de Gregorio y con una sonrisa de comprensión, le dijo taxativamente que no iban a cambiarle el libro.
Entonces Gregorio alzó la voz lo suficiente para captar la atención de otros clientes, que se volvieron hacia el pequeño grupo que componían la dependienta, su jefe y la responsable de tienda además del propio Gregorio.
-¡Me siento estafado! dijo Gregorio, me han engañado y no quieren reponer su error. Supongo que no soy el único. Solo exijo que se me devuelvan mis veintitrés euros y si no es posible, que se me compense con otro libro.
Mientras tanto, el resto de los clientes ya miraban descaradamente al grupo, incluso comentaban entre ellos.
Fue tal al cariz que iba tomando la discusión, que la responsable de tienda tomó la decisión de darle otro libro nuevo como alternativa, con tal de que Gregorio se callara.
Y así fue como salió de la librería con el último ejemplar de Pérez Reverte, totalmente gratuito.
En el parking le esperaba Josefa su mujer, que sonrió al verle con el nuevo libro.
-Aquí tienes Cari el libro que te prometí, espero que lo disfrutes
-Gracias Goyo -contestó la mujer- esta vez ha sido más difícil ¿verdad? Has tardado casi cuarenta minutos.
A lo que Gregorio respondió,
-Si, ha venido hasta la responsable de tienda, pero al final han cedido, como casi todos. No hay nada como alzar un poco la voz y poner cara de pena. Lo único malo es que se nos van agotando las librerías por la zona. Ya llevamos ocho y no creas que hay muchas más.
-Bueno, no esta mal -respondió la mujer- ocho libros que hemos leído por el morro y a unos veinte euros aproximadamente por libro, son ciento sesenta euros que nos hemos ahorrado.