Estábamos en los postres, cuando me levanté para ir al cuarto de baño.
Abrí la puerta y me encontré sentado en un escalón de una escalera mecánica infinita que estaba detenida. Mi primera opción fue salir por donde había entrado, pero el acceso ya no existía. Todo era muy extraño. Intenté avisar a través de mi móvil, pero estaba apagado y no pude encenderlo de nuevo. Al final de la escalera se divisaba otra más y luego otra…
Sorprendido y no niego que preocupado, comencé a ascender por los altos peldaños ya que no vi botón ni mecanismo alguno que la pusiera en marcha. Pero cada peldaño que subia era un esfuerzo. De repente miré y a mi izquierda vi a un hombre que me miraba. Estaría sobre los cuarenta años, barba cuidada, traje chaqueta gris, camisa azul claro con una corbata demasiado llamativa. Nos quedamos mirándonos, hasta que entablamos la siguiente conversación…
-Hola Ernesto ¿cómo le va? ¿preparado para el viaje?
¿Cómo sabe mi nombre? ¿de que viaje habla? Yo solo iba al cuarto de baño a mear, cosas de la próstata, cada vez aguanto menos. Estaba cenando con un grupo de amigos y de repente me encuentro aquí y usted me viene con un viaje a que se yo. ¿Quién es usted?
-No se preocupe Ernesto, para eso me tiene a mi, para que le explique con detalle lo que está sucediendo. Escuche con atención y si puede evitarlo, no me interrumpa. ¿De acuerdo?
Ernesto asintió.
-Bien, quién yo sea no es relevante, pero puede llamarme Héctor si eso le tranquiliza. Se encuentra usted en el camino de tránsito entre la vida y el más allá que se encuentra al final de esta enorme escalera. ¿Ha oido hablar de la luz que se ve al final del tunel y todo eso? Pues olvídelo, son pamplinas. Este es el único camino.
–Está aquí porque ha sufrido un infarto y se ha desplomado en el baño. Eso es grave y por eso se encuentra usted aquí en la rampa de subida y aquí seguirá hasta que reciba noticias de los agentes de la vida que me informarán de lo que está pasando. La última noticia es que estaba usted solo en el suelo del baño, pero hay alguien en su grupo de amigos que se ha empezado a preocupar. Veremos como termina la cosa.
–Si usted fallece no debe preocuparse, no habrá sufrimiento, llegará a la frontera y una vez preparada la documentación, podrá reunirse con sus seres queridos, como sus abuelos, su padre, su amigo Pepón y tantos otros que le han dejado anteriormente. Esto es importante porque en la frontera no hay relación temporal y aunque su abuelo falleciese hace casi treinta años usted le verá tal y como le recuerda.
–En cuanto a los seres queridos que dejaría, le llorarán eso es lógico, pero volverá a reunirse con ellos en cuanto fallezcan porque ellos también habrán de subir por esta escalera, igual que usted, igual que todos. Y créame en la frontera no se vive nada mal.
–Un momento Ernesto… tengo noticias, me indican que le han encontrado en el baño, han llamado a emergencias pero hay alguien que le está intentando reanimar, es todo cuanto veo ahora.
Ernesto, se mesó la barba…
-Entonces, ¿me está diciendo que estoy muriéndome? Que mi vida se acaba, que no volveré a ver a Nuria ni a Juan ni a Laura, ni a mi madre. Y comenzó a sollozar.
Héctor, le recordó que los volvería a ver en algún momento y volverían a estar juntos.
De repente, sonó el comunicador de Héctor,
–Si dime ….. ajá……ajá….. caramba….. ok tomo nota. Si por aquí todo bien, Ernesto es un buen tipo. De acuerdo, voy para allá.
Y sin despedirse de Ernesto, desapareció.
Ernesto se desvaneció en un sueño profundo…
Abrió los ojos y se sintió cansado y mareado. Estaba entubado en la cama de un hospital, apenas podía moverse. Una enfermera le saludó y acto seguido aparecieron un hombre y una mujer que se presentaron como doctores.
-Hola Ernesto, somos la doctora Ochoa y el doctor Gutiérrez. Ha sufrido usted un infarto de miocardio mientras estaba en un restaurante, por suerte alguien le hizo los primeros auxilios. Ahora está controlado y sus constantes mejoran con la medicación. Está usted en la UCI y fuera de peligro. En dos o tres días si todo sigue su curso, le pasaremos a planta. Por cierto, hemos avisado a su esposa para que venga a verle aunque sea unos minutos. Ahora descanse. El personal de enfermería está pendiente de usted. Nosotros volveremos a primera hora de la tarde. Descanse, descanse, descanse….
Ese sábado se hizo una pequeña reunión de familia y amigos en casa de Ernesto. Hacía tres semanas que había salido del hospital con el alta bajo el brazo. Apenas recordaba lo que había sucedido. Ahora debía empezar una nueva vida con algunas precauciones, unas médicas y otras de sentido común.
En animada conversación, su amigo Pablo comentó
-Lo que fue importante fue el tipo ese que te hizo maniobras de reanimación en el suelo del restaurante.
-Así es -concluyó Nuria la esposa de Ernesto- los médicos nos han dicho que fue decisivo y lo malo es que no sabemos quién es para al menos, poder darle las gracias.
A lo que Pablo añadió,
– Estaría sobre los cuarenta años, barba cuidada, traje chaqueta gris, camisa azul claro con una corbata demasiado llamativa. Ahora recuerdo que le llamaron al móvil y contestó como Héctor…